Cuenta una antigua leyenda que, cierto día, tras amanecer, los súbditos de la antigua China observaron atónitos la salida de un segundo sol. Sin salir de su asombro, al cabo de las horas vieron la salida de un tercero, y, poco después, un cuarto, quinto y sexto sol. Al caer la noche, eran diez los soles en el cielo.
Conforme aparecían, también aumentaba la temperatura en la Tierra. El calor se hizo tan intenso que comenzó a abrasar el planeta. El agua ascendió y se secaron mares, lagos y ríos. Los cultivos, otrora rebosantes de frutos, se secaron. Muchos animales, desfallecidos, murieron. Temerosos de seguir la misma suerte, los habitantes del reino buscaron refugio ante Yao, el rey sabio.
El emperador, tras reflexionar largamente, osó dirigirse a Di Jun, el dios del cielo oriental, sabiendo que era el único que podría encontrar una solución. Tras suplicarle ayuda, éste, consciente de la gravedad de la extraña situación, envió a Yi, su mano derecha y el mejor arquero del cielo y la tierra.
Cuando Yi vio el desolado paisaje que se extendía por el reino, pidió que le condujeran a la torre más alta del palacio del emperador. Desde allí, comenzó a disparar sus flechas y dar muerte, uno a uno, a todos los soles. Conforme iban muriendo, el cielo iba oscureciéndose y caían hermosas plumas negras. La noticia de la presencia del arquero se propagó rápidamente y la gente comenzó a salir a las calles, vitoreando y animando a Yi que, sólo tras alcanzar al noveno sol y verlo caer, bajó su arco.
Quedó en el mundo, para poder iluminarlo, un único sol que, tras concluir su camino por el cielo, se ocultó tras el horizonte...
Desde entonces hay sólo un sol en la Tierra y Yi es recordado como un héroe de la humanidad...
*Adaptación de antigua leyenda china, recogida en "Antología Ilustrada de Mitos y Leyendas del Mundo", de C. Scott Littleton. Ed. Blume.