lunes, 19 de diciembre de 2022

Shur segah abuata afshari...

¿Has aprendido ya mi canción? ¿Sabes qué significa este tarareo que me acompaña en mi historia?

En realidad, sólo estoy repitiendo el nombre de algunas escalas del Radif, el repertorio tradicional de la música clásica iraní. 

El radif está dividido en doce escalas llamadas dastgah. Hay siete dastgahs completas: Shur, Mahur, Homayun, Nava, Segah, Chahargah, Rastpanjgah. Y cinco pequeñas dastgah (no completas), que derivan de las grandes, llamadass Avâz: Afshari, Dashti, Bayatetorc, Abuata, Isfahan.

El radif puede ser vocal o instrumental y cuenta con más de 250 unidades melódicas, denominadas gushe y organizadas en ciclos. 

Su estudio requiere una dedicación mínima de diez años en los cuales, además de memorizar el repertorio, se ejercita la búsqueda de la espiritualidad a través de la música.

Se atribuye la creación del sistema de las siete dastgahs completas a Barbad, un músico persa de la era Sasánida, que vivió del 590 al 628.



Cuenta la leyenda que el rey sasánida, Khosro Parviz (Cosroes II) fue cruel, avaro y lujurioso.

Entre sus posesiones más preciadas se encontraba un hermoso caballo negro, Shabdiz, y, cuando éste enfermó, amenazó con ejecutar al que informase de la muerte de su posesión más querida.

Por eso, al morir Shabdiz, nadie osaba enfrentarse al rey.

Tras muchas diatribas, el escudero real, solicitó ayuda a Barbad que, reconocido como virtuoso músico, cada noche interpretaba una melodía especial para Khosro.

Esa noche, cuando inició el banquete real, Barbad tocó su çārtār como era habitual, pero esta vez con una melodía tan melancólica y triste que el rey, con gran pesar, hizo detener la música para preguntar si es que Shabdiz había muerto.

Así, sin que nadie pronunciase palabra, recibió la fatal noticia...


¿Conoces la música tradicional persa?

¡Buen fin de semana!!




miércoles, 14 de diciembre de 2022

Bienvenida Navidad

No fue el fuego, ni la piedra tallada. No fue moler ni el descubrimiento de la agricultura. Según la antropóloga Margaret Mead, el primer signo de civilización de la humanidad fue un fémur fracturado y sanado. Alguien debió proteger a esa persona y proporcionarle todos los cuidados necesarios para su recuperación.

La pandemia y la crisis nos han mostrado la importancia de los cuidados y de todas aquellas actividades orientadas al mantenimiento de la vida y la sostenibilidad social. Muchas de estas actividades han sido tradicionalmente invisibilizadas e infravaloradas respecto a las acciones productivas. Reconocer los cuidados y tomar conciencia de la necesidad de cuidados que tiene la vida es construir un nuevo modelo en el que comprendemos la interdependencia y la ecodependencia de toda la vida en el planeta. 

Desde este lunes me cuidan a mí (de una cosa sencilla, nada grave). Y es bonito encontrar humanidad en el hospital, con personal médico sonriente, empático, que te tiende la mano. Es gratificante sentirte acompañada por desconocidos en la sala de reanimación que charlan contigo, animando las horas de espera y recuperación. Conversaciones livianas y triviales que nos ponen a todos de acuerdo en que esto es un ratito malo, nada más. Para mí, que soy reina maga y conozco mucho de estas cosas, la Navidad ha llegado este año un poco más pronto, porque en verdad ese es el sentido que hay que buscarle a estas fechas: compartir, empatizar, acompañar… y recuperar nuestra humanidad.  

Desde aquí un abrazo muy fuerte a todas las personas que cuidan y son cuidadas, con un gracias infinito.

Bienvenida Navidad