miércoles, 21 de marzo de 2018

El mito de Perséfone

Cuenta la leyenda que, Perséfone, la hija de Zeus y Deméter, era dulce, cándida y alegre. De carácter afable y tranquilo, solía pasar las mañanas recogiendo flores con sus amigas, las ninfas, en la cumbre de un gran cerro. 

Cierto día, Hades, el señor del inframundo, observándola, quedó perdidamente enamorado de ella. Cuando Perséfone acariciaba un lirio, la tierra se abrió y, emergiendo de una grieta del suelo, Hades la secuestró.

Tal fue la desesperación de su madre, Deméter, Diosa de la agricultura y la fertilidad, que todos los campos de la tierra quedaron estériles. 

El cielo dejó de ser azul y se tornó del más triste de los grises. Un viento helado arrancó las hojas de los árboles y encogió  el corazón de todos los animales, que corrieron a refugiarse. Se heló el agua y la tierra secó el campo. La vida mostraba su desolación...

Zeus, agotado por la agonía de su esposa, envió al dios mensajero Hermes para que rescatase a Perséfone. Hades finalmente accedió a liberar a su hija con la condición de que no probase alimento durante el trayecto de regreso pues cualquier fruto del inframundo encadenaba para siempre al abismo a quien lo tomase. Mas, mientras marchaba, la joven ingirió seis semillas de granada...

Así fue como Perséfone quedó obligada, cada año, a restar seis meses en el inframundo. Durante el tiempo que se encuentra alejada de su madre, Deméter llora su ausencia y la tierra queda triste y estéril. Cuando regresa, las flores renacen de alegría y vuelve la vida...

Desde ayer, 20 de marzo, Perséfone está de nuevo aquí... ¡Bienvenida Primavera!

jueves, 8 de marzo de 2018

Paremos

No valgo nada.

Un techo de cristal deslumbra mi horizonte, pero no me deja llegar hasta él. Mis manos tienen un puño invisible: por más que las alzo, no alcanzan a mover el mundo.

Callada es mi voz en un silencio de palabras y de nombres.

No valgo nada.

Tan sólo soy una brizna de paja que molesta si reclamo y el símbolo de la histeria al unirme al grito colectivo.

Es mi tarea la casa, la infancia, el cuidado...porque la tradición manda y otra opción complica las cosas.

Veo porque estoy ciega: de hambre, de sexo, de rabia, de envidia, de pereza... mis ojos son miradas perdidas.

Mi cuerpo es un amasijo de huesos huecos, que ni suenan si los golpeo. Tengo una carne blanda que aguanta bien los golpes y a mi piel no le duele nada. Sólo hay que teñirla de rosa y envolverla bonita: las cosas lucen más si brillan.

No valgo nada... Sola.

Pero, si me uno a ti, compañera, a todas vosotras, hermanas: pararemos el mundo.

Vivas.
Libres.
Feministas.
Combativas.
Rebeldes.

Luchando de manera concreta en nuestros múltiples frentes: porque no nos maten, no nos abusen, no nos violen, por alcanzar los mismos derechos y las mismas oportunidades, por ser respetadas, por recuperar nuestra historia y nuestros nombres, por los mismos salarios, por la corresponsabilidad en el hogar, por dejar de ser objetos y mercancías... por muchas, demasiadas cosas.

Yo valgo. Tu vales. Nosotras Valemos.

Paremos.

Por ti. 

Por mi. 

Por esas niñas que fuimos, que somos, que son y que no pueden seguir así. 

Por todas.