Un techo de cristal deslumbra mi horizonte, pero no me deja llegar hasta él. Mis manos tienen un puño invisible: por más que las alzo, no alcanzan a mover el mundo.
Callada es mi voz en un silencio de palabras y de nombres.
No valgo nada.
Tan sólo soy una brizna de paja que molesta si reclamo y el símbolo de la histeria al unirme al grito colectivo.
Es mi tarea la casa, la infancia, el cuidado...porque la tradición manda y otra opción complica las cosas.
Veo porque estoy ciega: de hambre, de sexo, de rabia, de envidia, de pereza... mis ojos son miradas perdidas.
Mi cuerpo es un amasijo de huesos huecos, que ni suenan si los golpeo. Tengo una carne blanda que aguanta bien los golpes y a mi piel no le duele nada. Sólo hay que teñirla de rosa y envolverla bonita: las cosas lucen más si brillan.
No valgo nada... Sola.
Pero, si me uno a ti, compañera, a todas vosotras, hermanas: pararemos el mundo.
Vivas.
Libres.
Feministas.
Combativas.
Rebeldes.
Luchando de manera concreta en nuestros múltiples frentes: porque no nos maten, no nos abusen, no nos violen, por alcanzar los mismos derechos y las mismas oportunidades, por ser respetadas, por recuperar nuestra historia y nuestros nombres, por los mismos salarios, por la corresponsabilidad en el hogar, por dejar de ser objetos y mercancías... por muchas, demasiadas cosas.
Yo valgo. Tu vales. Nosotras Valemos.
Paremos.
Por ti.
Por mi.
Por esas niñas que fuimos, que somos, que son y que no pueden seguir así.
Por todas.
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