viernes, 17 de noviembre de 2017

No quiero que me violes


No quiero que me violes. 
No quiero. 

Llegará el día que lo hagas. 
A mi, a mi hermana, a mi amiga, peor aún, a mi hija. 
No quiero.

Desde ya estoy triste y con el velo negro del miedo sobre mis ojos, sobre mis pasos, martilleando mi cerebro.

No quiero que me violes.

Si salgo una noche, no estaré buscándote.

Si llevo vestido, o tacones, o me maquillo en exceso, no te estaré incitando.

Si es de día y te sonrío, no te provoco.

Si es una tarde de verano y se cruzan nuestras miradas, no será una insinuación.

Nunca querré que me violes.

Y aviso desde ya, para que no se malinterpreten mis redes sociales, para que nadie dude por un mísero instante que yo, quiero que me violes.

Y me violas.

Me violas tú que piensas en mí como un trozo de carne, un objeto, una cosa que puede utilizarse. 

Me violas al pensar en mi, mujer, como un agujero que se llena y se esparce, que se cierra pero se abre. 

Me violas cuando dices que soy una puta. Te encanta decir que soy una puta. Una puta que disfruta cuando la posees. 

Me violas cuando no condenas, cuando ves normal la violencia, cuando callas ante un chiste grosero que no tiene ninguna gracia, que no es casual, que no es divertido, que me daña y que daña a mis niñas, a mis niños.

Me violas en todo momento. Al encender la tele e instaurar en la retina colectiva que ser mujer es ser una niña dócil, manejable, bonita, un regalo para la vista y un deseo a satisfacer. 

Me violas cuando enseñas a las niñas a ser princesas y no les inculcas que deben crecer, ser libres y fuertes. Las niñas tienen que pensar, tienen que leer, tienen que hacerse respetar. Enséñame a leer, a ser jefa, presidenta, ingeniera, sincera. Por favor: menos bailes y más kárate. Menos rosa y más colores. 

Me violas cuando enseñas a un niño a mantener esta sociedad enferma. Cuando te niegas a que tenga un muñeco o un bebe por juguete, cuando le dices que debe ser fuerte, que sólo las mujeres deben llorar, cuando le preguntas si tiene novia a los 6 años, cuando no pones ni la mesa en casa, cuando ves una chica en la tele y sólo comentas lo buena que está.

Me violas cuando me dices en una entrevista de trabajo que soy mayor, que mi experiencia no cuenta, que es trabajo de cara al público, o que ya tengo hijos y son cargas familiares. Me violas cuando ves que tengo arrugas y canas y crees que debo desaparecer.

Me violas con miles de gestos cada día: cuando me pegas, cuando no crees en mi, cuando gano menos salario que tu, cuando no me dejas ser jefa, cuando ridiculizas mi lenguaje si intento que visibilice que soy mujer, cuando me miras las tetas o el culo, cuando deslizas tu mano inocentemente, cuando dices que valgo menos, cuando cargas sobre mi espalda la maternidad, las tareas de la casa, la cocina y la plancha, cuando no me dejas estar sola, cuando no me dejas ser tu amiga, cuando me tocas sin consentirte...

Y no quiero. No me gusta. Detesto todas estas cosas que son, en el día a día de hoy, normales. Me humillan. Aún más otras cosas...

Lo digo alto y todo lo claro de lo que soy capaz: que cinco hombres te penetren en un portal no es una opción para ninguna chica. 

Sin conocerla. No hace falta. No es una opción para nadie. Por favor, si existe una sola mujer que lo desee en el mundo, que lo defienda. Yo no lo creo.

Lo que sí creo es que el terror te paraliza. Te silencia. Te calla. Y sucede demasiadas veces. 

Una sola es ya demasiado pero se cuentan por más de un millar las mujeres que han denunciado agresiones sexuales con penetración cada año sólo en España. Contabilizadas. Las asociaciones de asistencia a mujeres violadas indican que sólo se denuncia una pequeña parte de la realidad: de cada seis violaciones, se denuncia una.

Por eso aviso: si me drogas, si me emborrachas, o incluso si lo hago yo sola: No quiero que me violes. No quiero. Y nunca querré. No quiero.

Y, si existe la duda, que me lo digan y me pongo desde ya mismo el lazo negro, porque, desgraciadamente, nos violan cada día. 

Ni una más. 
Ni una menos.


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